SOBRE MI
Patricia María Casidis
Patricia Casidis
¿Cómo puedo mostrarte quien soy hoy, sin contarte el camino y recorrido que me trajo hasta este punto?
Somos la suma de tantas cosas que no creo que podamos definirnos sólo por una parte.
Nací en Buenos Aires, Argentina, ciudad en la que aún resido, en octubre de 1969.
Desde niña fui mas bien callada, observadora. Tranquila pero obstinada. Me costaba mucho comprender y asimilar las injusticias sobre todo lo que tuviera que ver con las desigualdades. Instintivamente reaccionaba en defensa de lo que creía justo.
Mi cabeza siempre estaba llena de preguntas. Tuve mucho interés desde los primeros años por los temas trascendentes, la vida, la muerte, las religiones.
Mis padres, aunque no lo practicaban, eran de familias católicas pero decidieron no bautizarnos a mis hermanos y a mí, para no predisponernos a ninguna religión y que cada uno eligiera. Recuerdo cuando todos mis amigos iban a catecismo, tomaban la comunión, se confirmaban me sentía un poco extraña, como «afuera» lo cierto es que esto me generó más deseos de conocer y entender.
Siempre tuve esa sensación de ser «visita» y aunque en ese tiempo no lo comprendía, observaba tratando de encontrar el sentido a estar aquí, lo qué vine a hacer, MI SIGNIFICADO.
Si bien antes trataba de sentirme parte del mundo, buscando mimetizarme, lo cierto es que de manera intermitente volvía a mis deseos, a mis búsquedas y a mi forma de ver.
Sufrí las grandes pérdidas familiares tal vez muy temprano en mi vida, y esto sin duda definió una forma de ver y entender diferente a la de mis pares.
A los 7 años mi madre me acercó al mundo de la danza, mi primer pasión… Hasta pasados los 20 años, principalmente la danza clásica, fue protagonista en mi vida. Luego las prioridades cambiaron y con cierto dolor tomé distancia.
Mi alejamiento de la danza dejó un vacío que el Universo se ocupó de llenar, trayéndome nuevos intereses y pasiones…
La restauración de obras de arte, fue la siguiente…
Descubro esta profesión en una charla casual con mi padre, quien era pintor y dibujante. Al momento de escuchar de qué se trataba, se encendió una nueva chispa y supe que era perfecto para mí…
Entrar en el alma del cuadro y del artista lo sentía un privilegio. Poder quitar ese velo, que en Conservación se le llama «LA PÁTINA DEL TEMPO»… esa capa oscura, densa, que se forma a través de los años y de su historia, que va opacando el brillo original, los colores verdaderos, esos que eligió el artista tiempo atrás. Sanar esas «heridas» que pudieron resultar de golpes, maltratos y poder recuperarle todo su esplendor y su valor.
Así me formé como restauradora..
Inmediatamente, sentí deseos de aprender más. Para restaurar el esplendor de una obra debía también comprender y conocer cómo se realiza y sobre todo, como se siente crear una obra. Entonces decidí estudiar el profesorado de pintura para ayudarme a entender mejor el alma de los cuadros….y allí fui, a la Escuela Nacional de Bellas Artes donde años atrás se había formado mi padre.
Si bien mis áreas de estudio siempre estuvieron ligadas al arte, tuve diferentes intereses y actividades que se fueron entrelazando. Danzas, pintura, restauración, más tarde me volqué plenamente a la espiritualidad, yoga, registros akáshicos, y me formé como terapeuta en regresión. Anteriormente tuve diversos trabajos en diversos rubros, algunos relacionados al arte y otros no. Inmobiliaria, seguros, museo, galería de arte. También con mi hermana iniciamos un emprendimiento de juegos didácticos, principalmente Rompecabezas. ¡Adorables!
En medio de todo esto, me case, tuve dos preciosos hijos y me divorcié de su padre cuando mi hijo menor tenía un año. Hoy tienen 19 y 16 años y son sin duda, el mejor regalo.
La muerte temprana de mi madre al cumplir mis 10 años, su enfermedad y su ausencia en todo mi camino, fue una de las vivencias más duras. Sin embargo, aprendí que los niños tienen una enorme capacidad de adaptación. Aunque una situación pueda resultar muy difícil e incomprensible, el niño se adapta, tal vez porque no cuestiona lo que sucede, simplemente lo recibe y hace con eso lo mejor que puede. Y así fue…
Años después, la muerte de mi padre a mis 27, fue un momento de quiebre. Tal vez por haber vivido otras pérdidas tan cercanas, o porque los adultos somos más complejos que los niños para atravesar las dificultades, lo cierto es que… ME ENOJÉ.
Para mi nivel de consciencia en aquel momento y «en mi esquema de lo que era justo» esta pérdida no encajaba. En ese momento dejé a un costado la espiritualidad. Pasé a vivir varios años en piloto automático, dolida, enojada y desconectada.
Finalmente como aquello que debe ser… ES, después de desoír muchas veces el llamado, finalmente, «fui impulsada» a volver a mi camino…
Perdí trabajo. Mi casa sin terminar, una relación que acabó abruptamente… y en ese momento sentí que el mundo se detenía…. y se detuvo… para que vuelva a mí!
Profundamente agradecida hoy con mis guías, Maestros, el Universo, Dios, con la vida, con esta existencia maravillosa y Perfecta.
Volver a mi camino fue primero que nada, trabajar en mí, hacerme consciente, reencontrarme, reconocerme.
Finalmente, cuando pude despojarme de esa necesidad de ser y actuar como el resto y me permití ser y hacer aquello que sintiera, por fin fui libre…
La tarea que hoy realizo es la de acompañar el cambio de consciencia que estamos atravesando aportando mis herramientas, mi experiencia y recorrido, uniendo todo lo que fui y lo que soy
Patricia,
MIs sentidos y espirituales agradecimientos por compartir tu vida en unas sucintas palabras. Muy inspiradoras por cierto. Gracias por tus canalizaciones. Y en verdad felicitaciones por tu precioso sitio.